
Ayer se desbordó al referirse al apoyo de Mario Vargas Llosa a la candidatura de Ollanta Humala. Afirmó no saber si eso le hace bien a Humala, porque, según dijo, “los padrinazgos nunca son buenos en política”. Finge olvidar que en su primera candidatura a la presidencia pidió y obtuvo el padrinazgo de los “doce apóstoles” del empresariado peruano, encabezados por Dionisio Romero.
Fue un padrinazgo efectivo y en efectivo. Recuerdo que en el programa Pulso de Canal 5 apareció Dionisio Romero por primera vez ante las cámaras de televisión, impulsado por la ira frente a la estatización de la banca decretada por García. En una escena obviamente concertada, Fernando Vásquez, conductor del programa, saltando por encima del panel de periodistas, formuló LA PRIMERA pregunta. Interrogó al banquero sobre si había financiado la campaña electoral del presidente García, quien en ese momento había afectado a los bancos, es decir, a sus financiadores.

La respuesta fue un sí contundente, con cifra y todo.
Cuando me dieron el turno, el último, para preguntar, fingí tener documentos reveladores en mis manos y formulé mi interrogación:
-Señor Romero, ¿es el APRA el único partido que ha financiado?
La nerviosa respuesta fue que también había suministrado fondos a la campaña del Partido Popular Cristiano y la de Acción Popular.
La República publicó el domingo siguiente una transcripción íntegra de esa memorable sesión televisual. No tengo la fecha en la memoria, pero es de los días del debate sobre la medida estatista del malagradecido doctor García.
El kimono color naranja del presidente se manifestó ayer en varios puntos. Uno de ellos fue cuando jus

Eso es lo que cabía esperar de un líder del Opus Dei, la organización que surgió en España para apoyar al dictador fascista Francisco Franco. Rafael Rey, candidato a LA PRIMERA vicepresidencia, en la fórmula de Fujimori, pertenece a ese grupo. Dionisio Romero también.
García no quiso responder a una pregunta respecto al uso de los servicios de inteligencia en el Plan Sábana urdido contra Humala. Ese silencio lo acusa. El que calla, otorga.
Por: César Lévano
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